

Lo más bonito es subir por un camino de piedra hasta Kokoban y sufrir un poco con la cuesta a la que hay que enfrentar y que los paisanos, por lo menos uno de ellos con mil años y un buen saco a

Kokoban está amurallada y para entrar hay que franquear una puerta que se cerraba cada noche hasta los 90 para prevenir posibles ataques de los enemigos. La ciudad parece que ha sufrido un reciente bombardeo con la mitad o más de las casas medio derruidas y, en efecto, fue bombardeada en la revolución de los 60 ya que aquí se refugiaron los seguidores


Nosotros, para bajar, intentamos abordar el coche de algún paisanos pero no coló y bajamos corriendo. Mohamed tenía hambre y hay que ver lo que corre un yemení con sandalias por una cuesta abajo de piedras. La comida fue lo mejor del día. En una casa atestada de personal que es regentada por mujeres, una novedad para mi, nos pusimos las botas con una típica comida del país. Arroz, ensalada, carne de oveja, patatas cocidas empapadas en un líquido naranja, la inevitable salta y “bint al’assal”, una especie de pan empapado en miel que está que se sale. Fue más caro que comer pollo pero mereció la pena y nos ahorramos la cena del atracón que nos pegamos.

Antes de coger el taxi de vuelta comprobamos la de mierda que tienen casi todas las calles de
