Almorzando en el horno... como si fueran a andar muchoComo en cada montería la cosa empieza cogiendo fuerzas. En esta ocasión gachas y torrendos. Luego, se preparó el sorteo, se revisó la documentación, se hicieron chistes, y cada escopeta al puesto que le tocó.

Y los de los perros… a esperar que todo el mundo estuviera en su sitio y a soltar y ver lo que pasaba. Tomó el Rufino el mando y venga monte arriba, monte abajo, a los carrizos, a ver que quería el Sales que organizaba el cotarro, y vuelta a empezar. Por lo visto, de lo que se trata es de levantar a los jabalíes de donde se estén y que salgan corriendo a ver si se tropiezan con alguna bala… En esta
ocasión no hubo suerte y no vimos ninguno. Algún corzo que salió corriendo en nuestras narices, otros más alejados, los perros que no encontraban caza por ningún lado - aunque tampoco vi yo que pusieran mucho entusiasmo – y el Rufino contándome como funciona esto: que si los cochinos se quedan amagados a ver si pasas de largo, que si esto es una cama de hace tiempo, que mira una liebre, que esas huellas son de las cabras de no se quién, que
mira el ‘árbol de las barbas’ – que algún parecido guarda con él… Y así echamos la mañana. Luego a comer y, en función de la energía, a tomar una copita para celebrar la jornada.
No se cazó pero hizo un día muy bueno, vi estupendas vistas que solo ves cuando pasas de los caminos y atraviesas los montes y, amenazo, me quedé con ganas de volver a ver si me toca vivir una ladra. Veremos. Desde aquí saludos a toda la Cuadrilla Cinegética y afines. Agur.



