El primer día unimos, a ritmo tranquilo, Navalmoral de la Mata y Serrejón, 34 kilómetros para atravesar bonitas dehesas, encontrarnos con el Palacio de las Cabezas (donde Franco y D. Juan hablaron de la corona que hoy luce D. Juan Carlos), enfrentarnos por primera vez con los carteles de "ganado bravo", romper el cambio de la bici (afortunadamente en la cuesta del pueblo de Serrejón y mientras buscábamos alojamiento) y hacer un apaño para seguir tirando mientras decidíamos que hacer. La solución a nuestros problemas vino de la mano de Emilio, propietario de El Alcaudón (la casa rural - sin tv - en la que dormimos después de luchar con un ejército de moscas), que muy amablemente al día siguiente nos llevó a Sprint Sport, el mejor taller de bicis de Navalmoral. Allí conocimos a Fernando Urteaga López de Alda que nos dejó las bicis impecables y nos contó histórias de cuando fue seleccionador del equipo español de ciclismo en categoría de jóvenes. Una foto en la que posa en la Plaza Roja de Moscú con un equipo en el que figura un jovencísimo "Chaba" Jiménez prueba la verdad de sus palabras y confirman su vinculación con el ciclismo unos maillots firmados por el gran Indurain, Olano o Rominger.
Tras la reparación Emilio nos condujo de nuevo al Serrejón desde donde salíamos a medio día para recorrer 46 kilómetros, los que unen este pueblo con Torrejón el Rubio. Bonita etapa en la que por fin entramos en el Parque Nacional de Mongragüe. La primera parte discurre por caminos que atraviesan bonitos parajes de encinas y alcornoques. La segunda sigue la carretera que cruza el parque pasando por los miradores del Portillo del Tietar y la Higuera, donde vemos a varios pescadores; el mirador del Salto de Torrejón, paramos a comer un bocado, el mirador de las Tejadillas, al que no hacemos caso, y finalmente el popular Mirador Salto del Gitano, según cuenta la leyenda un gitano saltó, apoyado en su garrocha y acosado por la Guardia Civil, de un lado al otro del río Tajo desde las peñas que hay frente al mirador y que hoy son territorio de los buitres. Un salto improbable pero que dejó como herencia el nombre de este lugar en el que es fácil encontrar a ornitólogos y "pajareros" siguiendo el vuelo de las aves apoyados en sus imprescindibles prismáticos.
A pesar de la propietaria y sus pocas ganas de alojarnos acabamos durmiendo en la Posada El Arriero aunque el mejor sitio de este pueblo lo descubrimos más tarde. Es el Hotel Carvajal, para dormir, comer,desayunar y cenar. Nosotros hicimos esto último en una intensa velada gastronómica en la que no faltó el vino de la tierra (con abundante gaseosa) ni el orujo de hierbas (necesario colofón a cualquier ágape que se precie). El tercer día recorrimos 49 kilómetros. Los que unen Torrejón el Rubio y Romangordo en una etapa en la que alcanzamos el techo de la ruta: el puerto de Miravete (nombre que provoca la misma rima fácil que Albacete como bien pregonamos durante la ascensión). No fue una jornada fácil ya que a esta subida y los duros repechos del final unimos un almuerzo poco apropiado. Mediada la etapa hicimos un alto en el pueblo de Jaraicejo para dar cuenta de una ración de callos y unas cervezas. Minutos después de terminar de arrebañar con el pan la cacerola nos subimos a las bicicletas para dar pedales... a duras penas lo logramos y acabamos por llegar a Romangordo a primera hora de la tarde. Es este un pueblo que no tiene nada. Bueno, hay bar, que es donde echamos la tarde hablando de la vida e intentando explicarnos, como dicen en Al filo, "que fuerza nos hace continuar adelante, que determinación nos obliga a seguir pedaleando, de donde logramos la energía para subir a la bici después de tomar una ración de callos y dos cañas para empujarlos...". Preguntas para las que no encontramos respuesta... Puede que por la media docena de cervezas que llevábamos encima. Como no hay sitio para cenar y en el bar no tiene más que pipas ha de ser la dueña de la casa rural La Sartenilla, en la que dormimos, quién se encargue de proporcionarnos algo. Unos platos de queso, jamón, chorizo y lomo acaban con nuestro hambre y con la posibilidad de padecer la temida "torrenditis", peligrosa lesión que afecta cuando el atleta tiene déficit de productos porcinos en su dieta y que le causa un agotamiento instantáneo que le impide dar más pedales.
El cuarto y último día regresamos a Navalmoral en una entretenida etapa de 40 kilómetros. Primero bajamos hasta la Garganta de Descuernacabras, luego a subier hasta Villacañas de Tajo, vuelta a bajar hasta el Embalse de Valdecañas, vuelta a subir hasta Casas de Belvís (foto al castillo) y después de creernos perdidos acabar llegando a la puerta del taller de nuestro amigo Fernando. Punto final a una entretenida ruta circular que las personas que estén en forma y no les gusten los callos pueden hacer en un par de días deteniendose a dormir tan solo en Torrejón el Rubio.
Para terminar apuntaremos que, como canta Extremoduro en "Extrema y dura", a lo largo de estos días vimos mucho "puto pantano", "buitres negros", la central nuclear de Almaraz (responsable de "las bellotas radiactivas") y los "marranos" que prosperan a pesar de esta amenaza. De "tus mujeres nos la..." no hubo noticia. Habrá que repetir atentos sobre todo a esa posibilidad. Un abrazo a todos.
Ya hemos llegao! Vamos a comer!!PD: Ignacio, que envidia jodío!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario