Bueno, bueno, lo que me ha costado conseguir conectarme al blog… ya pensaba que no iba a ver, pero mira tu por donde entre los informáticos del Instituto y un compañero lo hemos logrado. A partir de ahora, de vez en cuando contare algo de lo que hago por aquí. Primero un poco de geografía. Yemen está al suroeste de la península arábica y el país se puede dividir en tres partes: el desierto, donde no hay casi nadie; las tierras altas, más o menos en el centro y donde estoy yo en la capital Sana’a y, por último, la costa, que ocupa la parte del país que da al mar y donde destaca la ciudad de Aden. Aden es conocida, además de por el calorazo que hace, porque cuando este país eran dos; Yemen del Norte y Yemen del Sur, fue la capital de este último que era comunista. Por este motivo alguna gente de Aden habla español ya que estudiaron en Cuba con el Camarada Fidel.
Yo estoy en Sana’a, la capital de toda la vida. Está a unos dos mil y pico metros sobre el nivel del mar y hace una temperatura razonablemente agradable. Fresco de madrugada y por la mañana y calor por la tarde pero sin agobios, al menos de momento. La llegada fue espectacular. De noche, con un montón de yemeníes (todos menos una pareja alemana y yo), con la policía del aeropuerto reteniéndome el pasaporte, preguntándome que donde iba y yo sin saber la calle donde está el instituto donde estudio… todo se solucionó gracias a que un tipo de la escuela, Mohamed, había ido a buscarme y nos recordábamos de hace seis años. Bueno, además no quedaba otro extranjero en el aeropuerto sin saber que hacer. Para hacerse una idea el aeropuerto de Sana’a es algo así como la vieja estación Sur de autobuses pero con aviones y un monton de gente aceitunada sin hacer nada, discutiendo o incordiandose entre ellos. Una joya vamos.
De ahí a la casa donde viviré cruzando calles desiertas vigiladas en las esquinas por soldados con kalashnikov, algún perro rebuscando en la basura y las casas que parece que no están terminadas de la ciudad nueva de Sana’a. Todo cambia al llegar a la Sana’a Antigua, al casco histórico por decirlo de alguna manera. Ahí vemos ya la característica arquitectura sananí de altas casas unifamiliares donde caben desde los abuelos hasta los nietos y los primos.
La mía no es así, ni mucho menos y durante unos días, ya no, he vivido en la habitación de un Lorenzo Lamas venido a menos a lo cutre. Y así empezó la cosa. Ahora ha pasado casi una semana y todo va bastante bien. Me he reencontrado con viejos amigos que me hacen sentir como en casa, ya le he dado algo al qat, ya como con la mano derecha y los dedos bien sucios y cago blando… en fin, esas pequeñas cosas que te hacen decir: Ya he llegado a Yemen y me estoy acostumbrando.
De ahí a la casa donde viviré cruzando calles desiertas vigiladas en las esquinas por soldados con kalashnikov, algún perro rebuscando en la basura y las casas que parece que no están terminadas de la ciudad nueva de Sana’a. Todo cambia al llegar a la Sana’a Antigua, al casco histórico por decirlo de alguna manera. Ahí vemos ya la característica arquitectura sananí de altas casas unifamiliares donde caben desde los abuelos hasta los nietos y los primos.
La mía no es así, ni mucho menos y durante unos días, ya no, he vivido en la habitación de un Lorenzo Lamas venido a menos a lo cutre. Y así empezó la cosa. Ahora ha pasado casi una semana y todo va bastante bien. Me he reencontrado con viejos amigos que me hacen sentir como en casa, ya le he dado algo al qat, ya como con la mano derecha y los dedos bien sucios y cago blando… en fin, esas pequeñas cosas que te hacen decir: Ya he llegado a Yemen y me estoy acostumbrando.
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